segunda-feira, 11 de junho de 2012

Nadie nace en una flor (diario del 08/06/2012)


Lugar, espacio, territorio, propiedad, hogar, mi hogar, casa, mi casa.

Cómo se comparte el espacio? Cómo se divide la cantidad de espacio que pertenece a cada uno en nuestro mundo? Mi espacio soy yo quien elijo? Cómo mido eso? Cuánto espacio ocupan los lugares para la vida de los seres humanos? Y de quién es, realmente, el espacio? 

Son las seis y poco de la mañana del día  8 de junio del año 2012, día marcado por el cristianismo. Estoy acostado del lado de afuera de una iglesia evangélica, en frente a la plaza de Cinelândia. A mi izquierda, la tía Patricia ya despierta y Mateus aún durmiendo. Abren las ventanas del comercio religioso y me piden diplomáticamente para salir de su (o de nuestro) espacio. La tía Patricia me dice que puedo ir a acostarme y continuar durmiendo en la calle de atrás (calle Álvaro Alvim). Cojo mi cartón, mi saco de dormir rojo y mi colcha que me regalaron Diego y Sol. 

Llego a la calle de atrás y me encuentro con una pareja, Alexandre y Danieli. Son una pareja de jóvenes entre 20 y 25 años, simpáticos y parceros, como se dice “están conmigo”. Me quedo cerca de ellos acostado; veo un hoyo que parece ser la puerta de una casa de ratas. Cinelândia tiene su propio acampamiento de ratas, distribuidas por varios punto de la plaza y alrededor. Entre ellos, la calle donde voy para seguir durmiendo. 

Pongo un pedazo de cartón para tapar el hoyo, armo mi cama y me acuesto cubierto hasta la cabeza con mi colcha. El día está frio y nublado, día bien invernal. 

Alexandre pregunta por la hora y respondo: seis y treinta y ocho. Alexandre hace gesto de quien no está muy conformado con la hora y sigue acostado abrazado de su novia.  

Sigo durmiendo un poco más con ganas de despertar al medio día, pero la llegada de Cigano me hace despertar luego; comienzo a conversar con él. Giovani o “Cigano”, su apodo, es un joven de 23 años que vive en la calle ya hace un tiempo. Lo conocí el año pasado en el acampamiento de Cinelândia y nos hicimos muy parceros, al punto de hablaren por ahí que estamos casados. Nosotros jugamos con el casamiento tantrico; tenemos máximo respeto con nuestros sentimientos. 

Cigano viene a despertar a Alexandre, parece que tienen que salir a trabajar. Me cuenta que están trabajando en una construcción en el barrio de Lapa. Sale por un momento y llega con un café que compartimos entre los cuatro.  Danieli pide monedas a un señor que pasa por la calle y con ellas compra un macarrón. Cigano y Alexandre salen y Danieli me invita a quedarme al lado de ella compartiendo del cartón. Son casi las 10h y llega más una pareja; estos son más viejos. Es la tía Luciani y su esposo Luciano, ambos tienen 30 y pocos años. Se acuestan a nuestro lado. Comenzamos a conversar cuando vuelven Alexandre y Cigano. Parece que el día de hoy no van a trabajar. 

Son casi las 10h y me preparo a ir a bañarme, hoy tengo ganas de invadir una universidad que queda cerca del centro a higienizarme en uno de sus baños. Es un espacio que ya conozco y donde ya he ido a bañarme y a higienizarme en otras oportunidades.  

 En la hora de bañarme, siento que estoy apenas cobrando la parte que me pertenece de la universidad. Todos pagamos las universidades federales, pero no todas ellas son utilizadas por grupos específicos. Pagamos la manutención de un espacio enorme, con grandes salas y baños para aprender como participar más activamente de las crueldades del sistema. Todos los habitantes de la calle deberían tener derecho a, por lo menos, bañarse e higienizarse en ellas. 

Llego al lugar y está cerrado, me acuerdo de la huelga de 80% de las universidades federales, me acuerdo también que no vi eso en ningún informativo periodístico. 

Voy caminando hasta el MAM, en donde existe la posibilidad de bañarme de arte.... perdón, de bañarme con balde. Llegando allá, me encuento con Diego y Sol acompañados de más dos personas. Los saludo a todos y me siento al lado de un latón en donde improvisaron un método de hacer sopa. Me invitam, pero no tengo ganas de almorzar tan temprano. Me quedo ahí, esperando la posibilidad de bañarme sin que los policías vengan nuevamente a incomodar. Este momento no llega nunca. Ya son las 11h y los niños tienen ganas de seguir comiendo, entonces decidimos ir al restaurante popular en la Estación Central de Brasil.  

El Restaurante Popular funciona de lunes a viernes, de 7h a 15h. Es un proyecto del estado y para almorzar en este lugar, hay un costo de R$1 por persona. El lugar junta la mayor cantidade de población de calle del centro de la ciudad, entre otras personas que almuerzan ahí también. La comida mismo que se trate de modificar con algún tipo de carne, generalmente es arroz, fríjoles y fruta; a veces pan y a veces café. Llegando allá, veo carteles: “Estamos sin agua, el fríjol será disminuido” o “Estamos sin agua, baños sin funcionamiento’.  No es novedad la falta de agua allá. 

Después del almuerzo, estamos volviendo al MAM, pero en el camino Pati (parcera en el proyecto) me llama a preguntarme que pensaba de distribuir unas ropas que tenía guardadas en su casa de una antiga colecta. Pienso que la idea es muy buena y voy a su casa a ayudarla. Nos encontramos con otro parcero del proyecto, Gil, y salimos a Cinelândia con las cuatro bolsas de ropa. Llegando allá, dejamos en manos de ellos propios la distribución, todos cogieron algo. Logré llevar algunas ropas a las tías Patricia y Luciani, que estaban en la calle de atrás (Calle Álvaro Alvim). Llegando allá con las ropas que separé para ellas, me encuentro con una sesión de salón de belleza. Las tías se estaban pintando el pelo y depilando el rostro. 

En el medio de la sesión, llega una visita inesperada de un conocido de Ocupa Rio, él llega a conocer desde cerca el proyecto. Se simpatiza y piensa en traer algunas cosas, además de conocer de cerca la vida de aquellas personas. Unicamente su interés de haber llegado hastá allá y haberse dispuesto a conocer la vida de esa población tiene un valor muy grande. La sensación que tengo es que dimos un paso adelante. 

 Sigo con las tías y su sesión de salón de belleza, donde también entro a participar. La tía Patricia, además de afeitarme, me corta el cabello y me hace un peinado, todo con el intuito de ir esta noche al baile funk junto a Danieli, Cigano y otros niños que quedan en la pista y saben divertirse bastante. El corte de cabello justifica más aún mi necesidad de bañarme. La tía Patricia me pide para llevar a Mateus también para bañarse, entonces vamos los dos al Museo de Arte Moderna.

Llegamos allá, cogemos un balde y aún haciendo un poco de frío, nos bañamos. Mateus coge una flor de un árbol y se pone a jugar con ella. Este clima inevitablemente me trae recuerdos de mi casa, en Patagonia. Mateus está jugando con la flor, describe un hogar para los insetos, dice que ahí viven, esa es su casa. Siento el despertenecimiento del espacio natural como casa, el estado, el sistema, la sociedad misma que se conforma con ese modo de vivir y asume que un espacio natural no puede ser nuestra casa, a no ser que paguemos por ese espacio. 

Los insectos tienen su casa natural sin preguntar a nadie y todos ellos parecen compartir el espacio, todos trabajan para la comunidad. La naturaleza parece determinar eso; los humanos parecen romper con esa “forma natural de ser”. Sin embargo, entre los humanos, nadie nace en una flor. 

Intento ser lo mas rápido posible para no llamar mucho la atención de la policía. Mateus hace lo mismo. Terminando de bañarnos, vamos a secar nuestros shorts en una especie de alcantarilla por donde sale aire. Mientras secamos la ropa, Mateus me canta un funk y me pide que le cante uno de los míos. Mateus canta varias veces al día ese funk mío y si llega alguien nuevo, siempre me pide que lo cante. 

Son las 17h26, tengo que ir a la Casa Francia Brasil a aprovechar el internet allá. Dejo a Mateus con su madre y salgo caminando con la sensación de llegar tarde para el tercer post del diario. En la Casa Francia Brasil, las dos computadoras estaban ocupadas, entonces veo con Pati de ir a su casa y hacer la revisión allá.

Luego de la revisión ya son las 19h16, horario para salir a coger los pasteles que regalan en la calle Miguel Couto. Nos quedamos esperando en la puerta de la iglesia con otros habitantes de la calle. Conversamos sobre muchas cosas. El debate de hoy es sobre las clases sociales. Pati, que interviene conmigo en ese momento, habla de su ideologia y su postura con respecto a la sociedad. Intenta explicar su visión a un señor, que pone su postura de entender como tener éxito es tener dinero y bienes materiales.  

Pienso que es de muchísimo valor poder ser observador de debates espontáneos tan ricos como esos. Pienso que el sistema confunde, el sistema aplicado por nuestra sociedad maltrata al punto de no solo quitar de quien no tiene los mismos bienes materiales, sino también hacer PENSAR y SENTIR que, por no tener esos bienes, somos fracasados, mal sucedidos, dignos de pesar, lástima, somos sobra.  Estoy seguro de que esa cuerda que la sociedad enrolla en el cuello de la población de calle está apretando demasiado. El estado piensa que nadie lo está mirando, la realidad es que durante mucho tiempo nuestros ojos esquivaron el estado como culpable de nuestros propios enfrentamientos. Pero, cuando la cuerda aprieta demasiado, el pueblo comienza a reaccionar. No tengo miedo, estoy preparado. Es solo saber aferrarse bien, mi miedo es de quien pueda caer. Siento la población de calle bien aferrada, siento que si esa población logra unirse, algo muy grande puede suceder. Siento una energia grande acercándose, quiero estar ahí para poder ver...

Después de coger los pasteles, volvemos a Cinelândia. Pati se retira a su cotidianidad. Yo me quedo en la pista, jugando con Mateus. Llega el tío (mario de la tía Patricia), en ese momento no me acuerdo su nombre. Él me cuenta que, de joven, le gustava mucho el funk antiguo, que siempre iba a los bailes funk, sabía muchas canciones. Me regala algo lindo, para mí, que soy funkeiro, uno de los mejores. Comienza a cantar funk de los antiguos y me siento en una clase musical de la historia del funk carioca. Él canta con un sentimiento que parece estar presente en aquellos momentos, describe los bailes de la época como algo maravilloso, “el baile funk de la favela era otra cosa”, dice. Hoy casi no tenemos baile funk, y si tenemos, claro, no estamos hablando de los mismos. El funk melody antiguo tiene un romanticismo penetrante. Las letras hablan de amor, de respecto, comunidad. 

Llueve y por eso cancelamos la ida al baile funk. Me acuesto nuevamente afuera de la iglesia evangélica en frente a Cinelândia, son más de 21h y mis ojos cierran de sueño. Pienso en muchas cosas, pienso que esta experiencia está siendo muy importante para mi, siento las ganas que tengo de que los ciudadanos carioca lleguen más cerca de la población de calle. Me siento protegido. 

Soy despertado nuevamente por Pati, que llega con André (amigo nuestro) y otro joven. El último se queda por un instante, en cierto momento retira una flauta traversa y comienza a tocar. El sonido acompaña el momento y crea en mi cabeza una escena de película, una linda escena. Mateus quiere experimentar tocar el instrumento. Intenta, intenta, pero no lo logra. El flautista guarda su instrumento y se va. Somos más de 5 personas ahora, acostados juntos. Llega más una mujer que se queda durmiendo en la plaza, está con su hijo de 2 años que también se llama Mateus. 

Comenzamos a jugar con los niños mientras conversamos. La escena es de unión, nos estamos conociendo, compartiendo un mismo espacio, para entendernos, convivir, fortalecernos. La lluvia no para, por el contrário, parece que aumenta.  

André se retira. Compartimos el espacio con los tíos y Mateus, entre uno y otro personaje que viene pasando y se va. Es viernes, y por mi presentimiento de viernes, algo diferente va a pasar. Nada de Lapa o de fiestas. Existe hoy otro viernes, que se desfruta desde la pista...

sábado, 9 de junho de 2012

Dormir sin dormir (diario del 07/06/2012)



Dormir y no dormir, no sé si antes había sentido esa sensación.

En la pista, dormir y no dormir es muy común y fácil de entender. Son varias las causas por las cuáles alguien duerme y no duerme, y entonces entiendo porque no existe horario específico para dormir. Estar atento a todo, la mayor cantidad de tiempo, en quien llega y en quien se va.

Hoy es el día 7 de junio y pasa un poco de  las seis de la mañana. Me despierto con las voces de algunos hombres. Me levanto y ellos me saludan. Pongo mi mochila en mi espalda y vuelvo al lugar en donde dejé a Diego y Sol, en el césped en frente al Museo de Arte Moderna. Llego allá y me acuesto nuevamente para seguir durmiendo junto a ellos. Diego me despierta, creí que el ‘Choque de Ordem’ había llegado a su recogimiento diario. Pero no, fue simplemente a despertarme.

Doblamos las colchas que nos abrigaron toda la noche. Hoy es festivo, está nublado y percibo desde luego que no hay mucho que hacer. Pregunto por el desayuno que regalarían en la Plaza de Flamengo. Diego me responde que ya pasó del horario. Comemos palomitas y guardamos las colchas en una alcantarilla sin que nadie se dé cuenta. Siento que caminamos sin destino marcado, sin destino especifico, deambulando. Esa sensación es diferente de cuando uno sale de casa y va con algún destino a algún lugar. Deambular es una sensación extraña, de sentirse sin salida, sin rumbo.

En el camino, llegando hacia la plaza de Cinelândia, ellos me cuentan de su actividad de supervivencia, que tiene relación con el robo, pero sin asaltar. No me invitan a realizar esa actividad y marcamos de vernos más tarde.

Voy pasando por debajo de un edificio y reconozco en el piso las sábanas de Fran, él está acostado, cubierto hasta la cabeza. Lo despierto llamándolo por el nombre, a lo cual sale de su cama improvisada y me saluda. Me acuesto a su lado y observo un grupo de población de calle un poco mas allá, conversando. Una mujer del grupo se acerca a nosotros y comienza a decir cosas lógicas. Cuenta sobre el castigo diario de la discriminación y la violencia que ellos sufren, generada por la propia ciudad. Creo que no entiendo por el hecho de sentirme en un contexto diferente. Estamos en un mismo espacio físico, pero ella parece haber tenido una discusión anterior y llega hablando como si estuviéramos dentro de ella. La palabra para la situación sería: inconexa.

Duermo y despierto, despierto y vuelvo a dormir. El día está nublado, lluvioso y acompañado del festivo que hace con que nadie salga de casa= inconexo (para quien tiene casa).

Esperamos pasar un poco la lluvia. Tengo muchas ganas de bañarme. Me siento sucio.
 Fran me acompaña hasta el Museo de Arte Moderna y le pido un balde a un habitante de la calle que está acostado debajo de un puente.

El baño que me tomo es con short!

Llega un policía después de que me hubiese bañado y vestido. Me dice que no vio que me estaba bañando, pero que no puedo hacer eso en frente a la cabina. Cuando habla de la cabina se refiere a la cabina del policía, que substituye a la delegación en el espacio del museo. Pienso que hay una relación muy directa entre el museo y la delegación, aún analizo el porqué.

El policía parece no preocuparse realmente con la estética del museo y sí con su deber de policía: nadie puede ver alguien haciendo algo equivocado porqué seré yo el que será cobrado.

Él me pregunta mi nacionalidad, a lo cual respondo: argentino. Claro que en el momento de responder estoy esperando otro cuestionamiento. Él hace el agrado de decirme: “Vienes desde Argentina para quedarte en la calle? Vuelve a tu país!”. Aún así creí que estaba faltando más algún tipo de agresión, y no me equivocaba: “Quiere decir que si estás en la calle acá, eres clandestino”, finalizó.

Vean bien el raciocinio del policía: Habitante de la calle extranjero= Clandestino. El museo puede ser muy organizado, pero el arte de lo ridículo nunca falta por esos lugares.

Claro, ese tipo de comentario no me hace ningún mal. Frente a la ignorancia, tolerancia….Bañarse en un lugar abierto, público y de libre acceso es algo que modifica drásticamente el paisaje de quien viene al museo a apreciar un espacio organizado. Considero que la intervención del arte no tiene mucho que ver con el orden y la organización. Los museos muestran la cara del arte que a todo el mundo le conviene ver. La comodidad de las personas para asistir a una muestra, una pieza o cualquier tipo de obra de arte es la misma que la de los artistas para exponer la obra.

Bañarse en el césped del museo no es algo común. Pero dice mucho de los humanos y de la humanización de los espacios que congelan lo más natural de nuestro ser.

Salgo caminando con Fran y vamos nuevamente a la plaza de Cinelândia, donde encuentro un grupo de habitantes de la calle sentados en frente al “Amarelinho”, un restaurante muy conocido, en donde nuestra comida depende de los clientes que piden sus sobras en una marmita y se las entregan en las manos de algún habitante sentado en los bancos verdes de la plaza. Entre el grupo está mi tía adoptiva, la Patricia. Ella entrega en mis manos la primera comida del día, una marmita con arroz, fríjoles y macarrón tibio. Digo tibio porque generalmente esas marmitas vienen frías. Pasa un poco mi hambre.

Patricia es una mujer de 35 años, ella tiene 11 hijos y el menor está todo el tiempo con ella. Su nombre es Mateus; es simpático y le gusto mucho. Mateus es flaquito y calvito de los ojos verdes. Entre tantos adultos, el niño aprende a ser astuto en la escuela de la pillería carioca, la pista. (O en portugúes, “malandragem” carioca).

Pido permiso a tía Patricia para llevarlo al Centro Cultural del Banco de Brasil. Queremos transformar ese día en alguna actividad diferente.

Llegamos allá y, en la entrada, su cara de asombro domina mis ojos. Él cree que estamos en un parque de diversiones, su parque de diversiones. Una casa enorme rodeada de dorados e imitación de cristales que rodean la lámpara. Un banco convertido en centro cultural, símbolo del capitalismo. Un centro cultural que entra por los ojos y vende, vende, vende, vende, inevitablemente, el arte. En el medio de todo eso, la inocencia del niño que vive en las calles. Todo puede ser sorprendente en este lugar, pero el juego del ascensor es su mejor diversión. La contra-cara del capitalismo, del arte y de la vida misma es reflejada en la visita al centro cultural brasilero.

Volvimos  caminando bajo la lluvia, es un día gris. Mateus quiere cruzar la calle para ver la fuente de la Candelária. Al lado de la fuente, una cruz con ocho nombres escritos. Sé muy bien de que se trata ese simbólico monumento. La cara de Mateus era de duda, no entendía el porqué cuando expliqué que en este lugar habían matado a ocho niños que dormían en las calles. El mantuvo su pequeña expresión de duda hasta llegar a Cinelândia y encontrar a su madre, la tía Patricia. Lo primero que le cuenta es del monumento, e intenta explicar que la policía fue la responsable por lo sucedido en el local. Él pregunta muchas veces porque eso había sucedido, pero la realidad es que ninguno de nosotros tiene una respuesta satisfactoria para el niño.

Corpus Cristi, policía, cultura, niños asesinados, día gris. Un día que no prometía mucho que contar, mi cabeza se llena de historias. Se me hace difícil identificar momento por momento y de cada uno de ellos nacer un cuestionamiento, porque es la vida en la calle que está en constante cuestionamiento. Porque es la supervivencia y el pensamiento de esa supervivencia que está dentro de mí mientras estaré en la pista.

La Aventura (diario del 06/06/2012)



Hoy es el día 6 de Junio del año de 2012. Salgo a una nueva aventura, quizás la de mayor compromiso hasta el día de hoy. 

Llevo en la espalda una mochila con varios cambios de ropas; chinelas, que simbolizan que estoy en Rio de Janeiro; cuaderno; bolígrafo y una cámara que me ayudarán a componer mi diario.
Además de todas esas cosas materiales, llevo conmigo las herramientas más importantes: coraje, fuerza, amor, esperanza y, sobre todas las cosas, ganas. Ganas que nunca perdí desde el primer día que nació esa idea en mi cabeza. 

Fue un largo proceso, de seis meses construyendo y destruyendo, para lo que finalmente tendrá inicio hoy.
Es importante que sepan que mis días en las calles de esta ciudad comenzaron ya hace un tiempo, con algunas visitas a compañeros que viven en las calles.  Los conocí en el acampamiento del movimiento OcupaRio, en la plaza de Cinelândia, el año pasado.  

La última visita fue ayer, cuando confirmé a mí mismo que  sería hoy el comienzo de mi intervención.
La mochila ya viene pesada, son las 15h36 y busco un lugar donde pueda acceder al internet. Paso por Largo da Carioca y entro en el Centro Cultural del banco “C” para tomar agua. Subo al primer piso y encuentro con un personaje conocido, el Chile. 

Chile es un artesano de unos 30 y pocos años. Nunca tuvimos una larga conversación, ya que la gran mayoría de las veces que nos encontramos, él está borracho y sin ganas de hablar de su vida.
Chile está acompañado de otros dos artesanos. Los saludo y pido permiso para dejar mi pesada mochila con ellos mientras voy a tomar agua. 

En el bebedero, me acuerdo que una vez mi hermano Emilio (que también vive en Rio) me cuenta que en la Casa Francia Brasil hay computadoras con internet gratuita. Vuelvo a recoger mi mochila y pregunto a Chile y a sus compañeros donde queda la Casa, a lo que me responden que no saben. Les pregunto si conocen un lugar cerca desde donde pueda acceder a una computadora con internet gratuita. Ellos me indican el Museo de la Justicia Federal, en el segundo piso.  Llego caminando al lugar que queda cerca y pido a la joven de la recepción una computadora. Ella me pide que haga un registro en el cuaderno y su compañero me lleva a la computadora. 

Mientras intento ingresar en mi blog, facebook, twitter y mail, la computadora se traba. Pregunto a la joven porque pasa eso y ella me explica que las computadoras solo sirven para pesquisa. En este momento pienso que últimamente mis pesquisas más profundas fueron a través de facebook, twitter y mail. Apagué la computadora y me fui. 

Llego a la Casa Francia y veo que las dos únicas computadoras están ocupadas, sin embargo rápidamente una de ellas se desocupa. Entro a mi facebook, twitter, email y blog y logro comunicarme con mis compañeros del proyecto. Les informo que estoy en la PISTA. 

Son las 18h y, por más que hubiese intentando olvidar el almuerzo, el cuerpo insiste en recordarme. Estoy, como se dice por acá, “lleno de hambre!”. 

Patricia, compañera en el proyecto, me llama a informar que tengo que estar en una reunión 18h30 para presentar el proyecto. Llego 19h...

  Definición de la reunión: 
  1)      Un grupo de artistas y productores culturales debatiendo= bien 
        2)      Un grupo de artistas, productores culturales e intelectuales debatiendo= ok                                            3) Un grupo de artistas, productores culturales e intelectuales debatiendo conceptuación de logística= ai!     4)  Un grupo de artistas, productores culturales e intelectuales debatiendo conceptuación de logística para un movimiento social= bueno, en otra ocasión! 

  Salgo caminando, yo, mi mochila y mi hambre. Los tres juntos en dirección a la cafetería donde regalan pasteles.

Esperando a los pasteles, me encuentro con Gil y Fran, dos compañeros que también participan en el proyecto conmigo. Charlamos, cogimos nuestros pasteles y salimos cada uno a un rumbo diferente.
Son las 20h22 y estoy saliendo a buscar mi cena. El destino es la Plaza de los Profesores. Hace algunos días, me habían contado que en este lugar, cerca de Cinelândia, las cosas estaban complicadas para que la población de calle cogiese su comida, regalada por las ONGs. Eso se dio a partir del momento en que pusieron guardias para maltratar a los habitantes de la calle.  

Llegué con cuidado a la plaza y vi poca gente. Mientras iba a otro punto de comida, me encuentro con Sol y Diego, una pareja de jóvenes. 

Sol debe tener unos 15 años y Diego unos 20. Ellos acaban de perder a un hijo antes de nacer. Sol me cuenta de la pérdida; ella no parece angustiada, sin embargo evita hablar sobre el asunto. Diego hoy parece triste y cansado, pero sigue la conversación sobre otros temas. 

Diego va a recoger palomitas de maíz, una vez que el vendedor de palomitas regala sus sobras a la gente. Él llega con dos bolsas de palomitas y nos regala a todos. 

Comenzamos a comer nuestras palomitas y escuchamos un grito que avisa que la comida acaba de llegar. Todo el mundo corre hacia el carro y, en un gesto rápido, los creyentes de la ONG nos entregan sus marmitas, nosotros los no creyentes o los que hemos dejado de ser para creernos en nosotros mismos.
Apenas acabamos la cena, caminamos hacia el Museo de Arte Moderna a acostarnos y dormir. En este momento, sin embargo, hay un evento en el museo, por lo cual no podremos dormir allá.

Cruzamos a un parque atrás de un aparcamiento e intentamos dormir allá. Diego y Sol ya están durmiendo y yo intento concentrarme en el sueño y desconcentrarme en las ratas que corren cerca de nosotros y quieren llevar nuestras palomitas. 

Voy a acostarme en otro lugar, las ratas no me dejan dormir y no sé que horas son. Busco salir de allá caminando rumbo al lugar que llamamos de Castelo. Llego al lugar y encuentro un espacio para acostarme. Busco un cartón y en el medio de la multitud de personas, caigo en el sueño….
Mi primer día en la “pista”.